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Estrellas, ordenad que tenga estrella

Desde la primera vez que leí el Himno a las estrellas de Quevedo, allá en los albores de la década de los noventa, me llamó la atención el verso 54. ¿Por qué me atrapa ese verso? Fijémonos en las ocho primeras estrofas (estancias, de origen italiano, como el soneto). Consisten en una sucesión de bellísimas alabanzas a las estrellas por parte del poeta, que adopta ante ellas una actitud reverente y temerosa. La riqueza y variedad con que se dirige a ellas revelan el talento del sujeto lírico. Las estrellas son ricas centellas del piélago de luz, deliciosa metáfora; asimismo, son lumbres que la noche huérfana (personificación) enciende en las exequias del día que ha muerto; a los ojos y a la imaginación del poeta, las estrellas son también soldados de un ejército de oro que marcha por campos de zafiro (imposible sustraerse al encanto de la fuerza cromática de la imagen, en la que resalta el color del dorado de las estrellas sobre el azul tan característico del corindón); ítem más: son l
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Decrepitud, poema de Carlos Marzal

Me pasa muy a menudo. Casi nunca recuerdo las circunstancias o el momento en que descubro un libro de los que incluyo en el grupo de los fundamentales, los que me han de acompañar para siempre. Es como si me pillaran desprevenido. Por eso no sé decir cuándo ni dónde vi por vez primera Metales pesados , el excelente y premiado libro de poemas de Carlos Marzal . La primera edición fue publicada por Tusquets Editores en septiembre de 2001; la segunda, que es la que yo tengo aquí a mi lado, en octubre de 2002. Es todo lo que puedo acotar: fue después de la fecha de la segunda edición. También  sé que fue el primer libro que leí del poeta y novelista valenciano. La profesora de la Universidad de Barcelona, Noemí Montetes-Mairal , afirma, en un artículo publicado en el número 239 de la revista Litoral , que la poesía española del siglo XXI da comienzo con esta obra. Quizás por poemas como este:                DECREPITUD Asilados en una infancia obscena, en el exilio de su misma sombra, desd

Marchitará la rosa el viento helado.

T al vez no esté de más hablar de un endecasílabo, de uno de los mejores versos de la poesía española. Es la clave de bóveda del poema pagano donde lo insertó Garcilaso de la Vega . No sé si con razón o sin ella, siempre he creído que este verso no ha gozado de la fortuna merecida en sus casi quinientos años de existencia. Sospecho que le roba la atención el colorido de los primeros ocho versos del soneto, tan sensoriales, de "tanta" color rosa y azucena en la faz de una mujer joven de mirada ardiente, de cuello blanco y enhiesto, de cabellos de oro que el viento despeina, imagen inspiradora de tantos anuncios publicitarios de "eau de parfum". Y también le ha hecho sombra -o eso creo- la imperativa invitación a coger de la alegre primavera el dulce fruto antes de que sea demasiado tarde. El carpe diem , repiten todos los exégetas. Pero todos los versos del soneto no son más que aguas cuyo venero es el endecasílabo que hoy llama mi atención. "Marchitará la rosa

La ausencia es una forma del invierno

Creo que, inconscientemente, comencé a escribir estas palabras en mi cabeza la mañana del lunes 29 de noviembre, cuando sus familiares y sus amigos estaban a punto de enterrar los restos mortales de Almudena Grandes . El sábado 27, al conocer la noticia de su muerte, no pude no pensar en su marido, el poeta  Luis García Montero , y en el poema titulado  La ausencia es una forma del invierno : Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve, con ese mismo invierno que hiela las canciones cuando la tarde cae en la radio de un coche, como los telegramas, como la voz herida que cruza los teléfonos nocturnos, igual que un faro cruza por la melancolía de las barcas en tierra, como las dudas y las certidumbres, como mi silueta en la ventana, así duele una noche, con ese mismo invierno de cuando tú me faltas, con esa misma nieve que me ha dejado en blanco, pues todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte. (De Completamente viernes , 1998). La muerte de Almudena inyecta en la experie

A propósito de Engranaje, de Mar Martín.

La editorial Torremozas  publicó recientemente (octubre de 2017) el último libro de Mar Martín Martín , titulado Engranaje . Mar Martín Martín es mi mujer. Y en las presentaciones del libro o en las conversaciones con amigos, muchos me felicitan, “enhorabuena, por la parte que te toca”, me dicen.  A veces tengo dudas de que, en el caso de que yo fuese el autor, ella recibiese tantos parabienes. ¿Pero cuál es la parte que me toca? Descartando el inexistente beneficio económico (malos tiempos para la lírica) y aparte de haber sido testigo del proceso de gestación de este libro que Mar no escribió para que fuese libro ―y tal vez por eso lo es―, y más allá de la alegría compartida bajo el mismo techo al conocer el interés de Torremozas, primero, y de La Isla de Siltolá días después en publicar el manuscrito, nada más me corresponde. Tal vez quienes me dan la enhorabuena sospechen que algo tenga que ver en la creación del texto, pero se equivocan: el texto es fruto de la exclusi

Sherezade ausente. Una lectura de "El olvido de Bruno", de Edgar Borges.

Fotografía: Elisa Rodríguez Court Comenzamos a leer El olvido de Bruno antes de abrir el libro. No solo significan las palabras, también las imágenes. La fotografía que ilustra la portada de la primera edición representa a un hombre viejo al que observamos por la espalda. Escaso pelo blanco, camisa azul celeste, jersey o chaqueta azul oscuro. El hombre se mira en un espejo, pero la imagen reflejada pierde la nitidez y el color, de modo que no nos es dado conocer la cara del viejo fotografiado. En el reflejo hay una pérdida, una carencia, una alteración de la realidad. El hombre que se mira recibe del espejo la figura de otro hombre sin los rasgos del rostro definidos. Se mira pero no puede reconocerse. Tal vez dude de quién es y le aterre ser objeto de esa broma pesada del azogue. O no, acaso quienes no reconocemos los rasgos del hombre reflejado seamos nosotros, los espectadores que observamos a quien se mira. Juego de espejos y de puntos de vista. ¿Quién ha de d

Amor por un puñado de pelos, de Mohamed Mrabet

La editorial Cabaret Voltaire ha rescatado del olvido el pasado mes de noviembre Amor por un puñado de pelos , una curiosa novela corta del marroquí Mohamed Mrabet (Tánger, 1936) transcrita al inglés en 1967 por el escritor estadounidense Paul Bowles (Nueva York, 1910-Tánger, 1999), y ahora vertida del inglés al español por Ángela Pérez y José Manuel Álvarez Flórez . Es novela corta porque en ella se cumplen los requisitos que definen ese subgénero narrativo según José Carol , a saber: concentración argumental, carencia de episodios secundarios o divergentes, unidad de tiempo o de lugar o de acción y, finalmente, economía de medios expresivos. Es muy importante tener en cuenta el proceso de creación de esta novela porque Mrabet es analfabeto, nunca aprendió a leer y escribir (afirma que si su cerebro está limpio,es porque nunca estudió), y todas las novelas que llevan su nombre son textos orales en árabe dialectal que había escuchado en los cafés, recogidos por Bowles con una g